Un encargo extraño [Abierto]
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Un encargo extraño [Abierto]
Avance con determinación por las calles del vaticano hasta llegar a la basílica de san pedro, al acercarme me deshice de mi hacha, mis cuchillos y me baje la capucha de la armadura, soy alguien muy respetuoso con las iglesias.
Nada mas entras me incline he hice la señal de la cruz sobre mi frente, había entrado en medio de una misa dedicada únicamente a varios curas así que mi presencia fue recibida con murmullos y miradas reprobadoras, yo los ignore a todos, me quede allí parado hasta que un hombre con los hábitos de un monje se levanto de su asiento, se excuso con el cardenal que daba la misa y se dirigió a paso ligero hacia mi.
-¿Pero porque entras si sabes que estábamos en medio de una ceremonia?! –me dijo tomándome del brazo y sacándome fuera de la basílica.
-Lamento mi intromisión, pero quería informarle padre Filipego que la misión fue un rotundo éxito. –le dije sin mostrar emoción alguna en mi rostro.
Mis palabras ablandaron al monje, respiro aliviado olvidándose momentáneamente de mi entrada en la basílica.
-Bien hecho exilium, sabia que no había nadie mejor para la misión.
-El padre Giorbino esta muerto –lo interrumpí sin cambiar mi expresión de indiferencia.
Necesito unos segundos para asimilar la información y enfurecerse:
-¡¿Cómo?! ¡Debías entregarle una carta! ¿Cómo se te ocurre?
-Si, una carta amonestando su pasado comportamiento –dije con calma interrumpiendo al monje –me tome la libertad de abrir la carta en el camino para saber si debía o no estar preparado para defenderme de la ira del padre Giorbino y para mi sorpresa la carta estaba en blanco.
“¿Sabe usted como se asesinaban personas problemáticas sin llamar la atención ni atraer sospechas? Se les hace entregar una carta que solo dice “mata al portador” y casualmente tras tres paginas en blanco eso era lo que decía, “mata al portador”.
El padre Filipego cambio su expresión de ira por una de terror pero yo no lo deje hablar, aun tenia cosas que decir.
-Claro que no había nombres, ni firma ni nada que dijera a quien se refería la carta, así que considere que era misión mía cumplir esas órdenes, y cuando entregue la carta el padre Giorbino paso a ser “el portador”. El fingió que leía las paginas en blanco con detenimiento hasta llegar a la ultima parte, lo que e hizo pensar que ya estaba enterado del asunto. El saco una aguja, yo mis dos cuchillos, no tuvo ni la mas mínima posibilidad de defenderse.
“Ahora –dije alzando la mano para acallar al monje- se que el padre Giorbino estaba acusado de mil crímenes distintos, pero eso no quita que alguien mas estaba en medio. Sabia que usted no seria capaz de hacerme algo así, así que volví a su estudio, forcé la puerta y sobre su escritorio encontré la verdadera carta al padre Giorbino, alguien debió haberla cambiado por esa nota antes de que llegara a mis manos.
El monje puso una expresión de inmenso alivio al ve que yo nunca había desconfiado de el.
-Es algo raro –dijo pensativo -¿te quedan enemigos?
-Vivos, nadie.
El silencio se extendió entre ambos hasta que en la basílica comenzó la segunda lectura, el padre Filipego estaba ansioso por entrar así que dijo:
-Bien, olvidemos esos temas oscuros, es una suerte que te tenga aquí.
-Una suerte? –pregunte indiferente.
-Si, veras, el vaticano te encarga otra misión de índole… menos violento.
Menos violento, un descanso podría venirme bien.
-Escucho y obedezco.
El padre tomo mis palabras con una sonrisa.
-Queremos que trabes confianza con los otros magos de la ciudad.
Una misión… extraña.
-¿Debo descubrir algo que escondan?
-No será necesario, solo que los conozcas aunque sea de nombre. Considéralo una inversión a futuro.
El monje me dedico una ultima sonrisa y entro en la basílica. Perfecto, conocer magos ¿por donde empiezo? ¿Había un club o algo así para magos? Casi preferiría que el padre Filipego me hubiera enviado a otra misión fuera del pais.
Nada mas entras me incline he hice la señal de la cruz sobre mi frente, había entrado en medio de una misa dedicada únicamente a varios curas así que mi presencia fue recibida con murmullos y miradas reprobadoras, yo los ignore a todos, me quede allí parado hasta que un hombre con los hábitos de un monje se levanto de su asiento, se excuso con el cardenal que daba la misa y se dirigió a paso ligero hacia mi.
-¿Pero porque entras si sabes que estábamos en medio de una ceremonia?! –me dijo tomándome del brazo y sacándome fuera de la basílica.
-Lamento mi intromisión, pero quería informarle padre Filipego que la misión fue un rotundo éxito. –le dije sin mostrar emoción alguna en mi rostro.
Mis palabras ablandaron al monje, respiro aliviado olvidándose momentáneamente de mi entrada en la basílica.
-Bien hecho exilium, sabia que no había nadie mejor para la misión.
-El padre Giorbino esta muerto –lo interrumpí sin cambiar mi expresión de indiferencia.
Necesito unos segundos para asimilar la información y enfurecerse:
-¡¿Cómo?! ¡Debías entregarle una carta! ¿Cómo se te ocurre?
-Si, una carta amonestando su pasado comportamiento –dije con calma interrumpiendo al monje –me tome la libertad de abrir la carta en el camino para saber si debía o no estar preparado para defenderme de la ira del padre Giorbino y para mi sorpresa la carta estaba en blanco.
“¿Sabe usted como se asesinaban personas problemáticas sin llamar la atención ni atraer sospechas? Se les hace entregar una carta que solo dice “mata al portador” y casualmente tras tres paginas en blanco eso era lo que decía, “mata al portador”.
El padre Filipego cambio su expresión de ira por una de terror pero yo no lo deje hablar, aun tenia cosas que decir.
-Claro que no había nombres, ni firma ni nada que dijera a quien se refería la carta, así que considere que era misión mía cumplir esas órdenes, y cuando entregue la carta el padre Giorbino paso a ser “el portador”. El fingió que leía las paginas en blanco con detenimiento hasta llegar a la ultima parte, lo que e hizo pensar que ya estaba enterado del asunto. El saco una aguja, yo mis dos cuchillos, no tuvo ni la mas mínima posibilidad de defenderse.
“Ahora –dije alzando la mano para acallar al monje- se que el padre Giorbino estaba acusado de mil crímenes distintos, pero eso no quita que alguien mas estaba en medio. Sabia que usted no seria capaz de hacerme algo así, así que volví a su estudio, forcé la puerta y sobre su escritorio encontré la verdadera carta al padre Giorbino, alguien debió haberla cambiado por esa nota antes de que llegara a mis manos.
El monje puso una expresión de inmenso alivio al ve que yo nunca había desconfiado de el.
-Es algo raro –dijo pensativo -¿te quedan enemigos?
-Vivos, nadie.
El silencio se extendió entre ambos hasta que en la basílica comenzó la segunda lectura, el padre Filipego estaba ansioso por entrar así que dijo:
-Bien, olvidemos esos temas oscuros, es una suerte que te tenga aquí.
-Una suerte? –pregunte indiferente.
-Si, veras, el vaticano te encarga otra misión de índole… menos violento.
Menos violento, un descanso podría venirme bien.
-Escucho y obedezco.
El padre tomo mis palabras con una sonrisa.
-Queremos que trabes confianza con los otros magos de la ciudad.
Una misión… extraña.
-¿Debo descubrir algo que escondan?
-No será necesario, solo que los conozcas aunque sea de nombre. Considéralo una inversión a futuro.
El monje me dedico una ultima sonrisa y entro en la basílica. Perfecto, conocer magos ¿por donde empiezo? ¿Había un club o algo así para magos? Casi preferiría que el padre Filipego me hubiera enviado a otra misión fuera del pais.
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