totalmente perdida

Ese mismo día, Pedrito llevaba sobre sus manos un par de vasos llenos de café caliente y en otra bolsa, los aperitivos del comité de profesores, algunos, eran bastante reacios a la hora de ordenar de comer, su patrón Kaito detestaba la cebolla, y Kintoki Sensei siempre pedía sus emparedados sin verdura y con hartos frijoles.

Caminó torpemente hasta la entrada.

— Chst, se me va a ser rete-tarde, me va a apalear el amito.

Una vez hubo entrado a las instalaciones del colegio, vio a una joven cargando lo que parecía una gran cantidad de equipaje.

— Oiga señito, ¿no necesita ayuda? Aay, con tantas maletas yo diría que uste' es una Pop Estar, ¿no es así?

— Oh tsss, como cree, señito, no hay problem. ¿Es uste' estudiante de aquí? Aquí hay muchos chamaquitos creciditos revoloteando por too's lados, ya verá que le gustará. — dijo mientras dejaba los vasos de café y los emparedados en una banca, se aproximó a ella e hizo un ademán en invitarla a ceder que le permitiera ayudarla. — No hay problem. — insistió. — Mis jefes no se preocupan mucho por ello. Oh, lo olvidé...

De pronto, le tendió la mano, con la palma firme, tenía el cuerpo rígido como un soldado.

— Me llamo Pedro Rodriguez, y soy el prefecto de este colegio. — le sonrió entonces. — Un placer conocerla, si va a estudiar aquí, entonces nos veremos ocasionalmente.

— Aaaah, mire nomás. Que güenito que se vino pa' acá, esta requete bonita esta escuela, aunque a mi me cuesta entender las costumbres de este país, fijese nomás que la secretaria me empezó a gritar nomás porque no me quité los zapatos al entrar a la oficina del dire'. — dijo felizmente mientras cargaba dos de las pesadas maletas, dos en cada brazo. — Sip, (n_n) tengo 21 años, y por ora' ando chambeando por estos lares, estas personas vinieron a mi y me llevaron con ellos, creo que les guste a esos jijos de su mauser.

De pronto, dejó de caminar y dejó las maletas en el suelo.

— Ah, señito' esto irá pa' largo, los dormitorios de la escuela no están por aquí, sino a dos cuadras en la ciuda'. — agregó en tono preocupado. — Si quiere tomamos un carrito de golf y nos vamos tendidos pa' allá.

— ¿AAh? ¿Segurolas? — preguntó mientras ya sacaba unos billetes para pagar al taxista, Misaki le dijo que no era necesario, y bueno... quizás tenía razón, además no cobraría demasiado...

Una vez adentro, ambos se sentaron detrás.
— Mire nomás, allá por esa calle está el centro comercial subterráneo, creo que aquí a la gente le gusta vivir como topos, por eso hacen éso, jeje. — musitó mientras sacaba el dedo por la ventana y un camión que rebasaba el taxi estuvo a punto de rebanarselo.

El taxi llegó en menos de tres minutos, Pedrito salió del carro y corrió del lado de la calle para abrirle la portezuela a Misaki.
— Y aquí estamos... — dijo haciendo una reverencia, imitando a los porteros de las películas que le abrían la puerta a una dama.